09 junio 2006

Pinguinos


OK. Hace tiempo que no escribo, los temas se amontonan y las ideas se comienzan a disipar, si no se concreta alguna de ellas. Entonces convengo en que me veo obligado a escribir algo sobre los pingüinos, sobre nuestros pingüinos, esos gélidos y formales seres, de los que fuimos obligatoriamente parte, pero que olvidamos al transcurso de nuestros agitados días de mutación generacional, de intereses y conciencia. Por estos días, la gran mayoría de nosotros concertamos en lo precario de nuestro antártico sistema educacional, en lo inconveniente o injusto, revisamos nuestros propios casos o bien los mas cercanos, por estos días estamos medianamente capacitados para emitir algún juicio respecto la calidad de formación con que nuestros pingüinos se incorporaran a la tarea del bien común. Es decir, de fondo, la reflexión sobre un problema social de magnitud y su transformación nace del gran llamado de atención que nos hace el grupo etareo menos atendido del feudo, socialmente y no comercialmente hablando.
Me recuerdo de pingüino en dictadura, de cuadernos en la mano y chaqueta sin solapa, saltando en la calle, lo que no me recuerdo, era si los argumentos tenían tanto valor o resultaban tan profundos, descontando el gran problema de fondo de esos años (entiéndase). Pero en fin, tal como si fuésemos osos polares, focas, o convenga usted en que ser de la escasa fauna polar se auto representa; Celebramos a un lado de esta gran marcha, el tesón, entusiasmo y la consecuencia futura de este gran paro.
Me llama la atención. Luc Jacquet efectivamente no dirigió la película más electrizante de los últimos tiempos, pero estoy seguro de que no imagino la analogía histórica temporal de su film (“La marcha de los pingüinos”) en estas latitudes. Tal vez debió estrenarla por estos días…

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